
En unos días más miles y niños de jóvenes regresarán a las aulas de clase. Entre regañadientes, somnolencias y algo de nostalgia por ver a sus compañeros retornarán a ese mundo de rutina, exigencia sin razones en que se ha convertido la escuela. Escuchamos a la saciedad acerca de nuestra deshonra internacional en resultados educativos. Asistimos hablar de tercios que excluyen y evaluaciones magisteriales que no se desean. Hace muchos años que el tema de educación es un tema obligado en el debate político. Hace mucho que se desplazó el asunto de la educación a la esfera de la educación formal. Presiento que si no hallamos el verdadero sentido de buscar excelencia educativa, serán muchos más los años que estaremos en esta crónica marea de lamentaciones.
Por supuesto que el docente estatal, como cualquier otro funcionario tiene que ser evaluado periódicamente, tiene que ser capacitado con recursos del Estado y motivado para leer, buscar información, perfeccionarse también con sus recursos, que bien pueden ser solo tiempo y creatividad. Sin embargo, ¿Qué hay de los colegios privados? Qué hay de esos lugares donde muchas veces el lucro y el “quedar bien” con el padre de familia reemplazan los verdaderos cimientos de un auténtico proceso educativo. En muchos de ellos, la calidad educativa se confunde con mayor cantidad de información. El nivel académico se convierte en mayor carga informativa que va a dar en la memoria de corto plazo. ¿Acaso no está feliz el padre de familia a quien lo embaucan diciéndole que, desde primaria, el niño ya está llevando biología avanzada y aritmética casi universitaria? Un niño puede memorizar esa información, la respuesta es sí, puede automatizar operaciones; pero lo que no puede hacer es comprender el sentido de lo que se le intenta enseñar y por lo tanto no se produce el aprendizaje. ¿Hay una currícula nacional? No. No la hay. Lamentablemente, los colegios privados se han convertido en tierra de nadie. No escasean los pillos que, aprovechándose de la crisis de la educación estatal, venden gato por liebre a los padres de familia y se enriquecen esquilmando los sueños de los incautos.
Todos queremos la mejor educación para nuestros hijos, pero estoy absolutamente segura que la familia y la sociedad en su conjunto no están excluidos de tal tarea. Partiendo de ese instante en que fascinados por un anuncio periodístico, por el comentario de algún amigo o por la tradición familiar escogemos un colegio para nuestros hijos.
Por supuesto que el docente estatal, como cualquier otro funcionario tiene que ser evaluado periódicamente, tiene que ser capacitado con recursos del Estado y motivado para leer, buscar información, perfeccionarse también con sus recursos, que bien pueden ser solo tiempo y creatividad. Sin embargo, ¿Qué hay de los colegios privados? Qué hay de esos lugares donde muchas veces el lucro y el “quedar bien” con el padre de familia reemplazan los verdaderos cimientos de un auténtico proceso educativo. En muchos de ellos, la calidad educativa se confunde con mayor cantidad de información. El nivel académico se convierte en mayor carga informativa que va a dar en la memoria de corto plazo. ¿Acaso no está feliz el padre de familia a quien lo embaucan diciéndole que, desde primaria, el niño ya está llevando biología avanzada y aritmética casi universitaria? Un niño puede memorizar esa información, la respuesta es sí, puede automatizar operaciones; pero lo que no puede hacer es comprender el sentido de lo que se le intenta enseñar y por lo tanto no se produce el aprendizaje. ¿Hay una currícula nacional? No. No la hay. Lamentablemente, los colegios privados se han convertido en tierra de nadie. No escasean los pillos que, aprovechándose de la crisis de la educación estatal, venden gato por liebre a los padres de familia y se enriquecen esquilmando los sueños de los incautos.
Todos queremos la mejor educación para nuestros hijos, pero estoy absolutamente segura que la familia y la sociedad en su conjunto no están excluidos de tal tarea. Partiendo de ese instante en que fascinados por un anuncio periodístico, por el comentario de algún amigo o por la tradición familiar escogemos un colegio para nuestros hijos.
Extracto de la entrevista que sostuve para la revista Educaria
Comentarios
En este link encontrará una grave denuncia acerca de un profesor de los colegios Trilce:
http://alvarofelipe.wordpress.com/2009/02/16/colegios-trilce-y-roberto-arrieta-%C2%BFquien-es-carlos-vizcardo/
Tengo entendido que usted laboró en esa institución y estoy seguro de que tendrá algo que decir al respecto. ¿Esos son los profesores que queremos para nuestros hijos?
Un afectuoso saludo.