
La semana pasada volví a la carpa roja. Mi madre y mi hijo me acompañaron. Mi hijo ingresa a la adolescencia y anda medio descreído de la experiencia circense. Vagamente recordaba a la Tarumba y ese recuerdo difuso lo animó a ir. Más feliz no pudo estar. Los tres compartimos la alegría de ver a Esmeralda desplegando su intento de brillar a través del amor y la belleza.
La trascendencia de lo cotidiano, la búsqueda del amor como un acto de perseverancia que sueña a pesar de los desencuentros. La idea de que aquello que se busca se conoce a un nivel intuitivo mágico, casi auroral. El encuentro de ese alguien que tiene tu mismo ritmo, que te acoge en tus silencios, cuya voz desde siempre reconoces. Todo eso es Iluminare.
Iluminare es magia, alegría, plasticidad, talento que se hace música, música que se hace gesto, riesgo y una acertadísima expresión corporal. Teatro, música y circo. Un espectáculo que no nos podemos perder.
La trascendencia de lo cotidiano, la búsqueda del amor como un acto de perseverancia que sueña a pesar de los desencuentros. La idea de que aquello que se busca se conoce a un nivel intuitivo mágico, casi auroral. El encuentro de ese alguien que tiene tu mismo ritmo, que te acoge en tus silencios, cuya voz desde siempre reconoces. Todo eso es Iluminare.
Iluminare es magia, alegría, plasticidad, talento que se hace música, música que se hace gesto, riesgo y una acertadísima expresión corporal. Teatro, música y circo. Un espectáculo que no nos podemos perder.
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