Se llamaba Magdalena era alta, espigada y bonita. Llevaba el cabello largo siempre en su lugar como recién salida del salón de belleza. Su voz era aguda, vibrante y llena de matices e inflexiones. Fue mi maestra en primaria. Yo la quería mucho y deseaba tanto parecerme a ella, lo mismo que todas mis compañeras.
Mi madre la apreciaba mucho y esa admiración era compartida por las demás madres de familia. ¿Saben? En ese tiempo muchos niños, muchas madres, la sociedad entera tenía otra actitud frente al maestro. No sé en qué momento se empequeñeció esa mirada y cuándo los maestros se convirtieron en profesionales cuestionados por todos, en casi "villanos" que impiden el salto cualitativo al desarrollo, a la sociedad del conocimiento. No sé bien cómo fue ocurriendo. Lo que me queda claro es que las escuelas se volvieron más complacientes a la opinión de los padres, a las leyes de mercado y a esta inmediatez meridiana que nos hace suponer que la misión de la escuela es llenar de mucha información la cabeza de nuestros estudiantes. No han sido los maestros de base quienes han decidido los cambios curriculares, los que exigen que los niños lleven matemática cada vez más compleja desde los primeros grados de su escolaridad. Es el mercado. Es el surgimiento de las grandes cadenas de colegios que han impuesto el falso supuesto que "el dato", "la habilidad operativa" puede reemplazar a la creatividad, a la habilidad de cuestionamiento, los sentimientos y los valores.
Magdalena era muy laboriosa y siempre nos estaba enseñando nuevas cosas. Sin embargo, no recuerdo un solo contenido de aquellos años. Lo que sí recuerdo son sus consejos, su sonrisa, sentirme querida y valorada día a día en todos los años en que tuve el privilegio de ser su alumna. Quisiera que mi hijo hubiera tenido la misma suerte. Lamentablemente, son otros tiempos y con la montaña de contenidos que sus maestros tienen que afrontar ya no hay tiempo para construir afectos profundos. No hay tiempo para nada más.
Feliz Día, queridos maestros que, a contracorriente, construyen lazos de vida, lucidez de miradas y puentes de perseverante valor.
Mi madre la apreciaba mucho y esa admiración era compartida por las demás madres de familia. ¿Saben? En ese tiempo muchos niños, muchas madres, la sociedad entera tenía otra actitud frente al maestro. No sé en qué momento se empequeñeció esa mirada y cuándo los maestros se convirtieron en profesionales cuestionados por todos, en casi "villanos" que impiden el salto cualitativo al desarrollo, a la sociedad del conocimiento. No sé bien cómo fue ocurriendo. Lo que me queda claro es que las escuelas se volvieron más complacientes a la opinión de los padres, a las leyes de mercado y a esta inmediatez meridiana que nos hace suponer que la misión de la escuela es llenar de mucha información la cabeza de nuestros estudiantes. No han sido los maestros de base quienes han decidido los cambios curriculares, los que exigen que los niños lleven matemática cada vez más compleja desde los primeros grados de su escolaridad. Es el mercado. Es el surgimiento de las grandes cadenas de colegios que han impuesto el falso supuesto que "el dato", "la habilidad operativa" puede reemplazar a la creatividad, a la habilidad de cuestionamiento, los sentimientos y los valores.
Magdalena era muy laboriosa y siempre nos estaba enseñando nuevas cosas. Sin embargo, no recuerdo un solo contenido de aquellos años. Lo que sí recuerdo son sus consejos, su sonrisa, sentirme querida y valorada día a día en todos los años en que tuve el privilegio de ser su alumna. Quisiera que mi hijo hubiera tenido la misma suerte. Lamentablemente, son otros tiempos y con la montaña de contenidos que sus maestros tienen que afrontar ya no hay tiempo para construir afectos profundos. No hay tiempo para nada más.
Feliz Día, queridos maestros que, a contracorriente, construyen lazos de vida, lucidez de miradas y puentes de perseverante valor.
Comentarios
saludos desde chimbote
feliz dia del maestro ,nunca es tarde.
Amelia