Uno de los momentos más emotivos del año ha sido escuchar y, luego, leer el discurso de Vargas Llosa. Asomó, rotundo, el hombre universal y aquel forjado en la entraña más genuina de nuestra peruanidad; apreciamos al lúcido hombre del siglo XXI que, prospectivo, se adelanta a desencantos por venir. Me encantó la mención de los escritores latinoamericanos y mucho más, que citara a Vallejo y Arguedas. Brillante esa manera tan suya de entrelazar su biografía intelectual y su biografía personal. Qué manera de conmovernos con el recuerdo de su madre, sus hijos, los nietos; pero, sin duda, lo que más me llegó al alma fue el reconocimiento a Patricia Llosa, su esposa y cosmos de su vida de escritor.
Mi desorden me lleva a no tener los números de mis entrañables amigos a la mano. Cuando tengo la urgencia de hablarles, sus evasivos números están en la oficina si estoy en casa o viceversa. Qué ganas de celebrar juntos. Debemos encontrarnos antes de terminar el año para celebrar como se debe esta dicha del más entrañable héroe de la palabra. Por favor, no dejen de llamarme.
Mi desorden me lleva a no tener los números de mis entrañables amigos a la mano. Cuando tengo la urgencia de hablarles, sus evasivos números están en la oficina si estoy en casa o viceversa. Qué ganas de celebrar juntos. Debemos encontrarnos antes de terminar el año para celebrar como se debe esta dicha del más entrañable héroe de la palabra. Por favor, no dejen de llamarme.
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