Ir al contenido principal

Bichos Increíbles y Tenaces


Es un imperdible artículo de la escritora Rosa Montero:

"Ya se sabe que cuando uno se rompe una pierna no ve más que cojos por todas partes, y que si te embarazas, el planeta entero parece atravesar una epidemia de barrigona gravidez. Puede que nuestro cerebro solo sepa mirar aquello que nos obsesiona, o puede que los acontecimientos vengan en rachas. A veces la vida encadena momentos espléndidos. Pero otras veces los hados se ponen tenebrosos y empiezan a menudear a tu alrededor las historias tristes. Por ejemplo, tengo una amiga, una violinista profesional joven y estupenda, que ha sufrido un accidente y se ha hecho un estropicio monumental en la muñeca y en el codo. Se recuperará, pero con esfuerzo y una buena dosis de ansiedad suplementaria. A menudo el destino es así de juguetón y malicioso: avería brazos de violinistas, piernas de deportistas, ojos de pintores. Al mismo tiempo, otro amigo, una de las personas más bondadosas que he conocido en mi vida, un tipo luminoso, ha adoptado a un niño de 5 años procedente de un país lejano. Y después del infinito trabajo que supone una adopción legal, de los años de papeleo, de los nervios y la angustia y la esperanza, de haberse pasado tres meses en una ciudad remota e incomprensible para recibir a su hijo, resulta que el pequeño sufre accesos de cólera tan violentos y continuos que mi amigo está herido, mordido, con moretones. No se sabe si el pequeño padece alguna enfermedad y la vida se ha transmutado súbitamente en una pesadilla.
Sí, esa es la palabra exacta: pesadilla. Los ciudadanos de las ricas sociedades postindustriales vivimos dentro de un espejismo de seguridad, como si no pudiera o no debiera sucedernos nada malo, como si los reveses de la vida, incluyendo cosas tan naturales como la vejez y la enfermedad, fueran una completa anomalía, algo que no tendría que pasarte. Por eso, cuando el dolor llega, cae como una guillotina sobre nosotros, como una pesadilla insoportable. Y déjenme decirles algo duro de oír: el dolor siempre llega, antes o después. No hay vida sin su cuota de sufrimiento. Soy una ferviente lectora de los libros de biografías, y siempre me inquietó esa frase tan común en muchas de estas obras: “Esa quizá fuera la última época de verdadera felicidad de Fulano, porque al poco tiempo…”. Y ahí añadían que llegaba la enfermedad, o la muerte de alguien querido, la cárcel, la guerra, la desgracia. El comienzo de la maldita pesadilla.

Uno no suele hablar de estas cosas. El sufrimiento, en nuestra sociedad, es algo que resulta inadecuado, inconveniente, sucio. Algo que hay que ocultar. Pero, ¿cómo vamos a aprender a manejar ese dolor si ni siquiera somos capaces de nombrarlo? Cuando cae sobre nosotros la cuchilla de una desgracia, se produce, en primer lugar, una obsesión temporal. Piensas en tu ayer intacto e inocente, antes de que ocurriera. Si no me hubiera subido al coche del accidente, piensa la violinista. Si no hubiera tenido la idea de adoptar, tal vez piense mi amigo (en realidad, también podría haberle sucedido con un hijo biológico). Si pudiera regresar al ayer, antes de que me dijeran que estaba enfermo, o que mi esposa había muerto, o que… Añoras con desesperación lo que tuviste, es decir, esa normalidad que seguramente no apreciaste lo suficiente mientras la tenías. He aquí el primer aprendizaje esencial que deberíamos intentar extraer de la certidumbre de la desgracia: la felicidad es la falta de dolor y hay que intentar disfrutar de lo que se tiene. Es un pensamiento obvio, pero dificilísimo de llevar a la práctica.
Pero las calamidades te enseñan algo aun más importante: te descubren la asombrosa capacidad de resistencia que todos tenemos. El ser humano es un bicho increíble: no solo aguanta casi cualquier cosa, sino que además se adapta, se regenera, reescribe la realidad y se reconstruye. Es muy posible que mi amiga violinista termine progresando como intérprete, porque el esfuerzo por recuperarse y el dolor del proceso pueden hacer que mejore y ahonde su ejecución. Y es muy posible que el hijo de mi amigo se tranquilice y adapte, y que él termine siendo especialmente feliz al saber que ha salvado a un niño con problemas de un futuro de infierno. No estoy contando una novela rosa: la realidad ofrece todo el tiempo estos ejemplos. Incluso en los dolores sin remedio, en la muerte y los duelos, somos capaces de seguir adelante y volver a encender una luz en las sombras. Somos animales tenaces y llenos de vida. Es lo que nos ha hecho triunfar como especie."

Comentarios

Entradas populares de este blog

Cada domingo a las doce, Arturo Cavero

Es lunes. Algo de pereza. La ilusión de leer el artículo que espero cada semana. Es bueno empezar la semana con esta abrigadora rutina. Recuerdo a mi querida amiga Virginia Vílchez y leo la agenda que puntualmente publica cada semana. Tiene una queda y solitaria perseverancia. Hace dos años que tomamos un cafecito, tejimos mil proyectos y, como siempre, no volví. Tanto ruido de todas partes. Una canción resiste el bullicio de esta mañana. Arturo Cavero interpretando Cada domingo a las doce . Lo recuerdo comprando libros en una feria universitaria. Conversamos un rato. Compró uno de los míos al ver mi fotografía. Le agradecí el gesto y haberme ayudado en días anteriores cuando mi habitual torpeza provocó un verdadero estropicio de cajas de libros en el piso. Talento, sentimiento, nobleza y caballerosidad. Así vivirá en mi memoria. A continuación, les presento un artículo que expresa lo que quería decir. De modo que los libro de mis balbuceos y comparto con ustedes la precisa nota de Alo

Infoxicación o la gula del conocimiento

Comunidad IEBS Dos décadas atrás, cuando la galaxia de Gutemberg lo era todo, cuando los libros y revistas eran nuestra fuente del saber, también era más sencillo definir nuestros intereses, nuestras preferencias y nuestras elecciones en lo que búsqueda de la información se refiere. Somos seres narratológicas y toda línea del saber tenía una respetable duración. De aquello a la discrecionalidad disruptiva actual hay un verdadero abismo y nos hemos convertido en una suerte de voraces degustadores de cuanto se nos vaya presentando cuando nos sumergimos en esa biblioteca, babélica y laberíntica, que es la información en tiempos de lo virtual. Picoteamos por aquí y por allá y, en no pocas ocasiones, podemos aterrizar  muy lejos de los intereses que realmente tenemos.  Ya hay quienes, como Alfons Cornella, aconseja detenerse a pensar en las líneas de interés que tenemos (música provenzal, liderazgo instructivo, masajes reductores, teoría de cuerdas, etc.,). Claro que para ell

La escuela según el diablo

Hace muchos años en algún país el diablo hizo su aparición, el traía una idea en la cabeza y trataba de convencer a la gente. Su idea era el hacer una escuela pero…¿Cómo sería esa escuela? Entonces se le ocurrió preguntar a las madres de los niños cómo era que sus hijos se comportaban y ellas empezaron a contestar con gran entusiasmo… ¡Los niños aman la naturaleza! ¡Ah… entonces los meteremos a cuartos cerrados en donde no vean ni siquiera el árbol de la esquina…! ¿Qué más les gusta? ¡Les gusta comprobar que la actividad sirve para algo! Entonces haremos de tal manera las cosas que su actividad no tenga ningún objeto - dijo el diablo. ¡Ah….! - dijo otra señora - Les gusta moverse, brincar, saltar, correr, aventar… Pues los obligaremos a estar sentados y quietos…. ¡Les gusta manejar objetos, servirse de las manos! - comentó una más. Pues que sólo manejen ideas, únicamente ideas…..¡Que no ocupen las manos! ¡Les gusta razonar! Pues que memoricen…! ¡Les gusta hablar! Que guarden silencio,