
Qué solos nos quedamos sin su frágil y firme mirada. Hace un tiempo que se vistió de permanencia nebulosa y sentida. Hace mucho que la tristeza de perderla se pasea con un nudo en la garganta. Blanca Varela ha partido. Nos queda la corporeidad de sus versos, la lucidez con la que nos ayudó a descubrir la extrañeza de lo cotidiano, de los gestos repetidos, del fracaso de los días. La poesía de Blanca es para leerla con la piel extendida, con el corazón y nuestros demonios interiores bailando sobre ella hasta transformarla en azufre, humo y mirra. Esa es la exacta imagen que siempre he tenido de su poesía.
lo apenas entrevisto brilla
con insistencia
gira buscando el casco de botella
o el charco de lluvia
tras cualquier puerta que se abre
está la luna
tan grande y plana
tan fuera de lugar
como si de un cuadro se tratara
óleo sobre papel endurecido por el tiempo
Blanca Varela
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