
Una noche absolutamente espectacular. El carisma y sensualidad del eterno chico estrella Paul Stanley, el histrionismo y la fuerza del Gene Simmons, la flexible levedad de Tommy Hayer el hombre espacial y los arrebatos percusionistas del gato Eric Singer. Tuve la suerte de acudir al concierto con mi hijo que lleva poco tiempo enrolado en el Rock. No era la única. Tres y hasta cuatro generaciones unidas, desaforadas y celebrantes coreando los temas de Kiss, repitiendo su nombre en un afán de agradecer a la vida por esas pocas noches mágicas y perfectas que alguna vez nos regala. Cada uno de los integrantes nos entregó solos de su virtuosismo musical, bromearon con los fans, Stanley dirigió varias frases en castellano que causaron un verdadero delirio, vimos la venerable lengua ensangrentada de Simmons, su vuelo vampírico, el sobrevuelo de Stanley, fuegos y más fuegos artificiales, súper pantallas, Strutter, Cold Gin, Parasite y el real paroxismo cuando llegó la canción más esperada del concierto I Was Made For Loving You. Cantamos con toda el alma, bailamos con la piel encendida, nuestra vida era una fiesta y la lluvia de fuegos artificiales nos hizo sentir vecinos del cielo, teníamos la fuerza de lo que fuimos, de lo que somos, de lo que queremos ser. 35 años de indeclinable talento. Gracias, Kiss, por esa noche maravillosa, por recordarnos el fuego y por mostrar a los niños y jóvenes que asistieron la formidable música que cautivó a nuestra generación.
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