
En la víspera de la batalla que va a perder, se le aparecen a Ricardo III los espectros de quienes han sido sus víctimas, todas le auguran derrota y sufrimiento: “mañana en la batalla, piensa en mí” le dicen. Recordé esta frase al enterarme del encierro de Magaly Medina una periodista mediocre, fracasada en sus intentonas intelectuales, expatriada del mundo de mujeres agraciadas (y no digo, bellas, necesariamente). Tengo el orgullo de decir que nunca he visto su programa más de diez minutos y ello ocurrió cuando tuve la desdicha de esperar en un Terminal terrestre. Movimientos torpes hasta lo grotesco, voz chillona, soberbia gigantesca para poder cubrir todos sus complejos, un discurso que embrutece a multitudes. Muchas muertes morales están en su morral. Esos espectros ¿alguna vez turbaron su sueño? o ¿sucede que de tanto cinismo de exhibición, la conciencia terminó siendo un estorbo?. En esta su hora negra ¿se acuerda de aquella periodista que, en sus inicios, se tomaba en serio y terminó siendo la reina de la televisión chatarra? Creo que aquella periodista que fue Magali fue su primera víctima y es el primer espectro al que debería oír.
Hay quienes salen a defender la libertad de expresión y quieren vendernos a una Magaly Medina mártir de esa libertad de expresión. Lo que hace la señora Medina está muy lejos de ser periodismo, pero aunque lo fuera, nadie está por encima de la ley y de los derechos ciudadanos. El ser periodista no la convierte en un ser sagrado que deshace honras, envilece a los televidentes y disuelve la barrera entre lo público y lo privado sin tener que asumir las consecuencias. Si se le ha comprobado que mintió, está bien la sentencia; si pudo retractarse y no lo hizo, que asuma su responsabilidad. Ella ha vivido de los escándalos y debilidades ajenos, irónicamente ahora sus barrotes son la espuma de ese raiting por la que esta señora vendió su alma a la mediocridad hace muchos años.
Hay quienes salen a defender la libertad de expresión y quieren vendernos a una Magaly Medina mártir de esa libertad de expresión. Lo que hace la señora Medina está muy lejos de ser periodismo, pero aunque lo fuera, nadie está por encima de la ley y de los derechos ciudadanos. El ser periodista no la convierte en un ser sagrado que deshace honras, envilece a los televidentes y disuelve la barrera entre lo público y lo privado sin tener que asumir las consecuencias. Si se le ha comprobado que mintió, está bien la sentencia; si pudo retractarse y no lo hizo, que asuma su responsabilidad. Ella ha vivido de los escándalos y debilidades ajenos, irónicamente ahora sus barrotes son la espuma de ese raiting por la que esta señora vendió su alma a la mediocridad hace muchos años.
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