Saya es un robot de última generación. Luce como si su rostro hubiera sido maldecido por el botox y unas cuantas decenas de cirugías. Es capaz de dictar clases en varios idiomas. Puede dar instrucciones a sus estudiantes y revisar las tareas previstas. También ha sido diseñada para imitar emociones tales como el miedo, la alegría, la tristeza, el rechazo, la tristeza y el enfado. No es ficción. Un grupo de niños japoneses ya han pasado por la experiencia de tener una clase con Saya. Al terminar la sesión, declararon que fue una clase divertida y hasta se animaron a darle unos pellizcos de los que jamás podría aceptar una maestra humana.
El creador de Saya es un profesor Tokio Hiroshi Kobayashi de la Universidad de Ciencias de Tokyo. Kobashi afirma “No estamos intentando hacer algo que ocupe el lugar de los profesores, sino que nuestro motivo principal para construir este robot es utilizar nueva tecnología para enseñar a los niños tecnología”. Al parecer, Saya es el sujeto y objeto motivador de aprendizaje. Por un lado, enseña tecnología y, al mismo tiempo, familiariza al niño con la tecnología que ella en sí representa.
Es un hecho, que surgirán nuevas versiones de robots profesores y las nuevas Sayas, incorporarán más y más semejanzas con los docentes de carne y hueso. Los años de inversión en preparar un maestro de muy alto nivel académico se convertirían en corto tiempo para crear nuevos y más avanzados prototipos. Saya puede tener las últimas investigaciones en cuestión de minutos o segundos.
El inconveniente de Saya es que necesita siempre estar monitoreada. En su caso, no se trata del respeto a los principios, reglas y normas que "monitorean" a los seres humanos. Se trata de la ausencia de voluntad, de libre albedrío para decidir por sí misma, por ejemplo, si decide hacer un alto a su clase para dedicarse a la gratuidad del juego, a hablar de los propios sueños o escuchar a sus alumnos hablar de sus anécdotas y disfrutarlas de verdad. No fingir que se disfruta. No simular que se enoja ni que se emociona. Sentir. Algo tan simple y a veces incómodo para un ser humano. Miss Saya tiene ojos, pero carece de mirada; tiene boca, pero nunca una sonrisa; expresa enojo, pero no produce adrenalina. Y para terminar, la algorítimica Miss Saya nunca podrá comprender las emociones que la más despistada profesora seguramente inspira.
El creador de Saya es un profesor Tokio Hiroshi Kobayashi de la Universidad de Ciencias de Tokyo. Kobashi afirma “No estamos intentando hacer algo que ocupe el lugar de los profesores, sino que nuestro motivo principal para construir este robot es utilizar nueva tecnología para enseñar a los niños tecnología”. Al parecer, Saya es el sujeto y objeto motivador de aprendizaje. Por un lado, enseña tecnología y, al mismo tiempo, familiariza al niño con la tecnología que ella en sí representa.
Es un hecho, que surgirán nuevas versiones de robots profesores y las nuevas Sayas, incorporarán más y más semejanzas con los docentes de carne y hueso. Los años de inversión en preparar un maestro de muy alto nivel académico se convertirían en corto tiempo para crear nuevos y más avanzados prototipos. Saya puede tener las últimas investigaciones en cuestión de minutos o segundos.
El inconveniente de Saya es que necesita siempre estar monitoreada. En su caso, no se trata del respeto a los principios, reglas y normas que "monitorean" a los seres humanos. Se trata de la ausencia de voluntad, de libre albedrío para decidir por sí misma, por ejemplo, si decide hacer un alto a su clase para dedicarse a la gratuidad del juego, a hablar de los propios sueños o escuchar a sus alumnos hablar de sus anécdotas y disfrutarlas de verdad. No fingir que se disfruta. No simular que se enoja ni que se emociona. Sentir. Algo tan simple y a veces incómodo para un ser humano. Miss Saya tiene ojos, pero carece de mirada; tiene boca, pero nunca una sonrisa; expresa enojo, pero no produce adrenalina. Y para terminar, la algorítimica Miss Saya nunca podrá comprender las emociones que la más despistada profesora seguramente inspira.
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