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Pablo Simonetti y La razón de los amantes


“Siempre hay una razón para todo, incluso para experimentar las sensaciones más temidas y anheladas”. Se trata de las dos primeras líneas de La razón de los amantes del novelista chileno Pablo Simonetti y fue con esta cita que Alonso Cueto inició la presentación de la última novela de Simonetti en el Auditorio José María Arguedas (FIL Lima 2008). Temer lo que se anhela y anhelar lo que se teme están en la base de todo acto creativo y ambos novelistas concordaron en que el narrador es un explorador nato de esos temores y esos anhelos trasgresores. Sin esos deseos que trastocan lo cotidiano, que subvierten la rutina y que, al mismo tiempo, la conservan, no sería posible la narrativa y tal vez la vida humana misma.
La elegancia y franqueza de las preguntas y reflexiones de Cueto hallaron en Simonetti un interlocutor fluido, despojado de cierta insularidad que reconoce, y con ganas de mostrarse más cercano a un público que lo recibió con mucha calidez.
De la novela, nos enteramos que se trata de un triángulo amoroso: Manuel, Laura y Diego Lira. Este tercer personaje es el que irrumpe, para seguir la metáfora de Cueto, como una serpiente para transformar el paraíso de lo cotidiano de Laura y Manuel.

Para acercarnos a Diego Lira, les entrego un fragmento de La razón de los amantes

“Lo asaltan estas ideas al llegar a la oficina, en un esfuerzo por descifrar quién es Diego Lira a fin de cuentas. No es una tarea fácil. Tiene el presentimiento que en él conviven varios personajes y, según sea la ocasión, el estado de ánimo o la idea de sí mismo que por esos días predomina, adopta uno diferente. El Diego de las mañanas, frío y reconcentrado, no tiene nada que ver con el Diego festivo de las tardes, un personaje voluptuoso al hablar, dueño de un humor fino y mordaz, de una intensidad que pareciera desafiar los límites de las buenas costumbres. Y éste a su vez difiere del Diego que negocia con el banco, cuyos actos están atravesados por la cortesía, la precisión de sus juicios y la claridad en sus intenciones. Cada uno de ellos tiene además una expresión física acorde. Hasta se podría decir que es un hombre temperamental. Pero más que una razón para desconfiar o para tildarlo de impredecible, sus dotes camaleónicas constituyen para Manuel uno de sus principales atrativos.”

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